La película “las mujeres de verdad tienen curvas” intenta hacer ver otro tipo de mujer, una mujer que no tiene como meta casarse, cuidar de su familia y de su físico, sino que su principal interés es curtirse interiormente, es decir, para Ana, la protagonista, es más importante estudiar y formarse profesionalmente. Sin renunciar a ello considera que la maternidad no es la única forma de desarrollarse como mujer. La madre, en cambio, no comparte su opinión e insiste en que le enseñará a coser, a atender a su marido, cuidar de sus hijos y afirma que todo esto no se lo enseñará la Universidad. En cuanto al físico, la idea de que hay que ser bella y adelgazar para ello es contradecida, ya que Ana no está a favor de los cánones de belleza dominantes y argumenta que ella es más que un físico, y que el cuerpo no debe limitar la autoestima. También se observa cómo la sociedad y la madre intentan convencerla de lo contrario a lo largo de la película, con insultos y comentarios de mal gusto. Por otro lado, trata valores como la virginidad y la sexualidad. La idea de que la mujer tiene que llegar virgen al matrimonio, no es aceptada por Ana que se rebela y no acepta esta imposición. Vemos como la presión social es especialmente destacada. Por ejemplo, mediante una compañera del taller que acepta tener relaciones sexuales con su novio sin que éste se presente después a la boda. Además, cuando la madre descubre que Ana ya no es virgen la acusa de ser una "puta", a lo que ella responde que una mujer vale algo más que lo que tiene entre las piernas, que "una mujer piensa, tiene ideas, cerebro". Ana, en cambio, considera que la virginidad no es un valor en sí mismo, y que tiene derecho a descubrir el sexo y vivir una sexualidad que le de satisfacción. La forma en la que está tratada la sexualidad en la película permite tratar la importancia de la aceptación, reconocimiento y autoestima del propio cuerpo, también, por cómo es tratado el uso de los preservativos.
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